Por: Lic. Eduardo Iglesias
Psicólogo Clínico INVEDIN
Partiendo del hecho de que somos seres sociales, representa un inconveniente tener dificultades para entender las emociones de los demás, el sarcasmo o chistes con doble sentido (los cuales caracterizan en gran medida nuestra cultura), los gestos (que dicen más que las palabras), la resolución efectiva de los conflictos, adaptar las conductas a un contexto específico, y si a eso le sumamos ciertas conductas sin propósito (repetitivas y/o imitativas), poco o nulo contacto visual, baja tolerancia a la frustración, aislamiento, interés fijo por un solo tema, falta de empatía, ciertas alteraciones en el lenguaje (rebuscado y descontextualizado en la mayoría de las veces) y el apego inflexible a ideas o rutinas, mayor problema se nos presenta pues no logramos desenvolvernos adecuadamente en el entorno social y terminamos siendo malentendidos, rechazados y muchas veces, maltratados.
Pues aunque parezca inverosímil tener tantas dificultades sociales, es la realidad que viven desde muy pequeños aquellos que tienen un diagnóstico de Trastorno del Espectro Autista (TEA), y estas características forman sólo una parte del cuadro clínico. Sin embargo, no todas las personas con TEA tienen el mismo comportamiento ni el mismo nivel de compromiso, ya que de su funcionamiento intelectual y del apoyo recibido desde la más temprana edad y durante su desarrollo, dependerá su adaptación y pronóstico.
Es importante hacer notar que mientras más temprano se comience a dar apoyo terapéutico a una persona con TEA, mejor será su inserción dentro de la sociedad, sobre todo en lo que se refiere a las habilidades sociales, ya que la socialización es el área más afectada para quien tiene este diagnóstico. El punto de partida es la observación: cuando logramos entender que el niño muestra un comportamiento que no es el que comúnmente se observa en los demás niños de su edad (como el descrito), el buscar ayuda de especialistas es la clave para afrontar adecuadamente una condición como ésta: un Psicólogo inicialmente, con apoyo del Neuropediatra, Psicopedagogo, Terapeuta de Lenguaje y Terapeuta Ocupacional, los cuales mayormente conforman el equipo de profesionales encargados de orientar a los padres en el tratamiento del niño con TEA. Hay que resaltar que del trabajo en equipo depende el éxito de la intervención, es decir, deben trabajar en conjunto los padres, los especialistas y el colegio, para lo cual debe existir educación y sensibilización al respecto.
Como decía Theo Peeters: «Tenemos que aprender a ver el mundo a través de los ojos de una persona con autismo. Cuando seamos capaces de comprender por qué la vida les resulta difícil, podremos mover obstáculos y desarrollar respeto por los esfuerzos que hacen para sobrevivir entre nosotros». Si queremos aportar nuestro granito de arena, busquemos información, solo sabiendo de qué se trata el TEA podemos formar parte de la solución, de lo contrario, entorpecemos el trabajo y difícilmente podremos entender lo que significa pertenecer a su mundo.
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