Esta idea puede ser difícil de concebir para los padres o cuidadores. En muchas ocasiones estos generan preguntas o reflexiones como las siguientes: “¿Qué razones puede tener mi hijo para deprimirse?, ¿Cómo puedo diferenciar cuando mi hijo está triste y cuando está deprimido? o “Pensé que era muy pequeño para experimentar algo así”
¿Qué características tienen la depresión en los niños, tiene los mismos síntomas que los adultos? Lo cierto es que la depresión infantil es una condición muy frecuente que tiene diferentes manifestaciones, algunos de estos síntomas son más fáciles de reconocer que otros, y en ocasiones se presenta asociado con otras alteraciones, como ansiedad, problemas de conducta, uso de sustancias o trastornos de la alimentación.
Es muy importante como adultos conocer sobre estos temas, que nos permitirán ser capaces de tomar las mejores decisiones en procura del bienestar de los niños o adolescentes a nuestro alrededor. De hecho, está estudiado que las intervenciones más tempranas tienen un mejor pronóstico, al igual que si el desencadenante de la depresión está claramente identificado.
Sabemos que en la infancia no existe riesgo asociado con el género, sin embargo en la adolescencia la balanza se inclina hacia sexo femenino en una proporción de 2 a 1. Lo que se ha estudiado recientemente es que las adolescentes no solamente presentan mayor cantidad de síntomas, sino síntomas más graves con mayor probabilidad de presentar problemas del estado de ánimo a mediano y largo plazo. Por lo tanto, se convierten en una población con mayor riesgo.
Otro factor a tener en cuenta es que los adolescentes que presentan episodios depresivos tienen una probabilidad relativamente alta de padecer otro episodio los años posteriores a su recuperación. Se estima que un 60% en los siguientes 2 años y un 72% dentro de los próximos 5 años.
Como la mayoría de los trastornos mentales, su origen es multifactorial; la depresión puede ser el resultado de causas biológicas o del entorno en el que nos desarrollamos. Conocemos la fuerza que han tomado los factores genéticos y el papel que juegan los neurotransmisores, especialmente la serotonina y la norepinefrina en esta alteración. También la desregulación del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HPA) asociadas a las regiones del cerebro que procesan y regulan las emociones, especialmente la amígdala y el hipocampo. Acontecimientos en la vida del infante cargados de estrés y ambientes sociales desfavorables pueden sumarse a la lista de los aspectos que dan razón del origen del trastorno. Así, otro factor que se debe considerar en cuanto a la evolución del problema es el temperamento, si consideramos que el temperamento está inicialmente determinado genéticamente, pero que es susceptible de experimentar modificaciones a partir de las experiencias que tiene el niño. Por otro lado, aspectos relacionados a estilos parentales con una poca disponibilidad y escasa sensibilidad emocional hacia el niño.
Como hemos mencionado desde el inicio los niños y adolescentes pueden experimentar toda una gama características de corte afectivo, somático, cognitivos y de la conducta que se presentan en los episodios depresivos. Debemos tener presente que es muy común que a menor edad disminuyan los recursos para reconocer y explicar cómo se sienten, de allí la importancia de tener cuidadores que estén presentes, identifiquen y faciliten la ayuda de ser necesario. Vamos a mencionar algunas de estas características que pueden encender las alarmas y activarnos.
- Persistencia de emociones desagradables, generalmente tristeza, pero también ansiedad, irritabilidad e inquietud.
- Conductas extremadamente hipersensibles, llanto fácil, en repetidas ocasiones sin elementos que lo justifiquen.
- Concepto negativo de sí mismo. Pueden también combinarse con sentimientos de culpa, inutilidad e incapacidad.
- En ocasiones se acompañan con deseos de escapar de casa, huir, incluso deseos de muerte.
- Inician o se intensifican las discusiones o los conflictos con las personas más cercanas, pudiendo llegar a faltar el respeto a las figuras de autoridad.
- Alteraciones en el sueño, en sus diferentes posibilidades: insomnio inicial o tardío, dificultad para levantarse en la mañana o sueño inquieto.
- Cambios en el rendimiento escolar, que puede expresarse con disminución de la concentración, quejas frecuentes acerca de temas escolares, disminución del esfuerzo habitual en tareas escolares.
- Pérdida del interés en actividades extraescolares y retraimiento social.
- Merma de la energía, incluso puede observarse sentimientos de fatiga física o mental.
- Quejas somáticas, que incluyen dolores de cabeza, estomacales, etc.
- Cambios de apetito y peso.
https://medium.com/doctoraadi/los-ni%C3%B1os-tambi%C3%A9n-pueden-deprimirse-f26e8edb3379
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