Sección: Palabras Especiales
Antonio Marín
Psicólogo/Magíster en Educación Especial
Hace aproximadamente diez años, cuando comencé a trabajar como educador especial bilingüe para las escuelas públicas de Framingham, Massachussets, la palabra “inclusión” en el contexto educativo me resultaba un poco confusa. Había trabajado en Venezuela en escuelas regulares donde, por lo general, los chicos con dificultades para leer, escribir o efectuar operaciones y problemas matemáticos recibían refuerzo pedagógico o educativo en sus casas, con maestros particulares o en centros especializados. De igual manera, cuando presté mis servicios en una escuela especial para chicos con dificultades de aprendizaje y problemas emocionales – conductuales, los estudiantes eran ubicados en “aulas especiales” porque no podían asistir a escuelas regulares.
También recuerdo con nostalgia, durante mis años de infancia a un amigo que nació con sólo cinco meses de gestación y quien presentó durante su desarrollo deficiencias auditivas importantes que impactaron su habla y capacidades intelectuales. A pesar de que actualmente tiene que usar dispositivos en ambos oídos para poder escuchar, es un excelente padre de familia, ciudadano productivo, con estupendas habilidades para los negocios, que logró vencer los obstáculos y continúa luchando por ser incluido y formar parte activa de la sociedad.
Anteriormente a los niños se les catalogaba de flojos, mal educados o rebeldes, pero hoy en día sabemos que pueden estar presentando problemas de atención. Estamos más concientes de que los trastornos de ansiedad y vivencias traumáticas tienen un impacto relevante en la conducta y rendimiento académico, así como desajustes metabólicos y hormonales no tan evidentes.
Pero ¿qué significa Inclusión? La palabra viene del participio Incluir o ser parte de; pertenecer, formar parte, estar, participar en o con mi grupo natural de coterráneos.
Y es que no es posible que un chico, por presentar Osteogenesis Imperfecta —trastorno en donde el sistema óseo por carecer de colágeno no tiene la consistencia o elasticidad suficiente para sostener al propio cuerpo y que ante cualquier impacto leve hace que los huesos se fracturen— no pueda ingresar al sistema escolar venezolano sino hasta después de los 12 años.
Entre otros casos, encontramos chicos con capacidades cognitivas intactas, pero que requieren de necesidades educativas especiales por presentar esclerosis múltiple, parálisis cerebral, diabetes, déficit de atención, entre otros.
En una lucha tenaz y continua por lograr la integración y en el reconocimiento de que todos, de una u otra manera, podemos contribuir y ser útiles, los educadores y administradores de las políticas educativas, en varios países del mundo, han desarrollado el modelo inclusivo o de inclusión, el cual se ajusta a las necesidades y las características de cada población.
Así por ejemplo, en un salón de tercer grado, mientras un niño debe escribir un cuento de al menos tres párrafos, otro tendrá que hacer dibujos en secuencia para contar su historia debido a sus dificultades para articular ideas y decodificar pensamientos.
Para lograr tal fin, maestros regulares y asistentes son capacitados para proporcionar adaptaciones sencillas como asiento preferencial, clarificaciones y repeticiones de las instrucciones y explicaciones adicionales, afiches y ayudas visuales para reforzar los comandos verbales, adaptándose a las fortalezas y debilidades de cada niño. Asimismo, los educadores especiales trabajan en la incorporación de estrategias pedagógicas y técnicas de enseñanza que hagan posible el cumplimiento de los objetivos educativos para todos los estudiantes.
¿Qué requiere una escuela para considerarse “Pro-Inclusiva”?
Los expertos dicen que una escuela “Pro-Inclusión” es aquella que asume, como imperativos morales y educativos, que cualquier estudiante con discapacidades pertenece al salón regular de clases y que es allí donde debe recibir todos los servicios y el apoyo necesario para que pueda rendir de acuerdo a su nivel y sus capacidades. Es una nueva manera de abordar la enseñanza por medio de la “aceptación incondicional” de todos los niños en una escuela comunitaria activa y participativa, que ve la diversidad como la norma y que mantiene una calidad alta en la educación de cada estudiante asegurando métodos de enseñanza efectivos y poderosos y los soportes necesarios para que cada niño pueda adaptarse y funcionar dentro del ambiente general de clases.
Se parte entonces del principio de que todos los estudiantes deben, desde el inicio de su escolaridad, ser incluidos, por derecho, a las oportunidades y responsabilidades de la educación pública, la vida en comunidad y empleo.
Con la noción de inclusión, ya no debe hablarse de rehabilitación o remediación, sino más bien sobre la idea de soporte-ayuda. Las escuelas más que crear conciencia en la comunidad sobre las personas con discapacidades intentan diseñar programas que garanticen el acceso a todas las personas con el apoyo y soporte apropiado, y un cambio en la ubicación de los servicios de programas separados a ambientes integrados.
Las investigaciones dicen que los niños con discapacidades pueden perjudicarse al ser segregados en clases especiales alejados de sus amigos y familiares. Ellos necesitan tener acceso a experiencias en ambientes integrados donde puedan aprender a funcionar efectivamente y en correspondencia. Para ello, los niños sin aparentes discapacidades también deben aprender a funcionar con aquellos que presentan dificultades en su desarrollo integral.
La inclusión implica horas de planeación, colaboración entre los maestros y especialistas, delegar roles y funciones, adaptar y modificar materiales; en pocas palabras, compartir responsabilidades. Clases inclusivas cuentan con personal adicional entrenado y adecuadamente coordinado, ayudas técnicas, libros con impresos grandes, programas de manejo conductual, pupitres modificados, lápices con trípodes especiales para facilitar su agarre, programas de computadora en fonética, entre otros.
En estas clases se promueven los grupos cooperativos y se estimula a que los estudiantes demuestren lo que saben de diferentes maneras, no solamente a través de exámenes escritos. Es decir, las evaluaciones son más cualitativas pues se enfatiza el esfuerzo y el progreso individual, en donde los mismos niños son quienes se reúnen con sus padres para conversar sobre lo que han aprendido. Es clave entender que los chicos con planes individualizados de educación especial tienen metas específicas, con acomodaciones particulares y un plan de servicios acorde a sus necesidades.
Un maestro se considera pro-Inclusivo cuando:
- Es abierto y flexible.
- Comparte el liderazgo de su clase.
- Tiene presente los objetivos generales de la asignatura para ajustarlos a las necesidades particulares de sus estudiantes.
- Pide ayuda y busca capacitación específica.
- Incorpora nuevas tecnologías y técnicas de enseñanza.
- Usa sistemas de instrucción y de evaluación multimodales.
Finalmente es importante tener claro cómo podemos vivir el uno con el otro en armonía y mutua cooperación. Para ello, se debe entender que inclusión no significa colocar a un chico con dificultades en una clase o escuela, esto es sólo una pieza pequeña del rompecabezas. Inclusión tiene que ver sobre cómo vamos a enfrentar la diversidad, diferencias, fortalezas y debilidades. Se basa en la gratitud, el respeto y en convertir las diferencias en capacidades. Significa “Todos juntos ayudándonos mutuamente”. Va más allá del salón de clases. Tiene que ver con el cómo nosotros toleramos a quienes se ven, actúan o piensan diferente.
Inclusión no es más que la posibilidad de reconstruir nuestros corazones y darnos las herramientas para que la raza humana pueda sobrevivir como una familia global.
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